Ya hemos regresado de Santander y yo me lo he pasado genial porque me he bañado mucho, he saltado por la hierba, he ladrado a vacas, he comido de extraperlo de la comida de los abuelitos humanos, he dormido al sol, he jugado con la hermanita humana y he cuidado a la abuelita durmiendo a su lado y dándole besos.
Y, como ayer estuve de viaje, no pude escribir el blog para acordarme de mis coleguitas sin raza, esos perrines que todos conocemos como chuchos y que en muchas ocasiones son difíciles de que sean adoptados porque no son perros "de marca" (como dice la mami). Ya sabéis que soy un Jack Russell, de hecho, cuando me adoptaron los papis, el humano que me compró en un criadero les dio una cartilla de pedigrí y árbol genealógico de mis antepasados, la cual mis papis se pasaron por el lugar por donde se empiezan los cestos porque al fin y al cabo, las diversas razas de perros se componen de cruces genéticamente programados por los humanos. Así que, por muy de raza que sea tu perrín, piensa que es el resultado de decenas de años de cruces para dar con un "estándar" absurdo.
Pues eso, feliz día del perrín sin raza, que sois todos un amor y a mí me encanta jugar con vosotros: nos olemos, movemos el rabito, echamos las orejotas para atrás y nos ponemos a correr como si no hubiera un mañana.
Rock&Guau!
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